Signos de vida de la democracia ecuatoriana
A inicios de febrero, la democracia ecuatoriana dio signos de vida después de casi una década en coma , durante la campaña de la primera vuelta de las elecciones presidencialistas de 2021. Dos candidatos dieron una excelente impresión a la opinión pública: Freile, cuarto lugar con 4,08% y Hervas, tercer lugar con 15,68%; este último sorprendió mucho, siendo un candidato totalmente nuevo y sin vínculos anteriores con la política ecuatoriana.
Los signos de vida fueron estos:
- que individuos con carácter y un curriculum limpio e interesante se subieron a una palestra y empezaron a gritar verdades y deseos sinceros de nuestra gente.
- Otro signo de vida fue el debate presidencial, que aun cuando estuvo pésimamente organizado, dio cara y corazón a los actores políticos (o más bien sus ideologías).
Sin embargo, en mi opinión estos signos de vida se pueden confundir y mal interpretar como que "hay futuro para la política ecuatoriana".
De los debates presidenciales de primera vuelta pudimos entender que si sumamos todos los candidatos a la presidencia, podíamos sacar una buena y balanceada asamblea, mas no un buen presidente.
No. No hay futuro para la política ecuatoriana si continuamos con el mismo sistema actual: el presidencialismo se nos caducó en algún momento del siglo pasado, sea con la llegada de Alfaro al poder, o con Velasco Ibarra, o con la muerte de Roldós, o con León Febres Cordero, o con Abdalá, o con Fabián Alarcón, o con Yamil Mahuad.
El presidencialismo ha terminado por ser todo lo contrario de lo que era: un símbolo de unión, al que todos, bien o mal, se veían obligados a respaldar. El problema es que cada vez hay más voces anti sistema que ya no se sienten obligadas a nada frente al presidencialismo y ya no hay manera de acallarlas de la forma que el todo poderoso presidencialismo ecuatoriano antes hacía: con fusilamientos (Alfaro), con escuadrones de la muerte (LFC), o con fuerza policial que raya en lo criminal. Ahora hay resistencia, y hay defensores de los derechos.
El Ecuador necesita un transplante de médula para volver a progresar. O si se lo quiere ver así, una actualización de sistema operativo. El sistema presidencialista ecuatoriano, con el poder simbólico y político que se le otorga al presidente (desde su misma elección popular el candidato/a y su gobierno es "el salvador del pais"), es nefasto. Súmele que el votante puede ser una persona analfabeta de 50 años tanto como un jóven de 16 años sin educación colegial culminada, como un doctor en ciencias, y tendrá un caos de campaña electoral sin mensajes claros, y un entrampamiento para la gobernanza del futuro ganador.
Solo el pueblo salva al pueblo
La frase que tantas veces se dice frente a la crisis cuando no hay otra opción, es merecedora de un análisis:
"El pueblo", como colectivo, representado por los asambleístas mucho mejor que por un binomio presidencial, debe empezar a entender que el disgusto de "los perdedores" creará siempre una oposición que no se puede zanjar sin violencia en la esfera pública, pero sí con diálogo en la esfera legislativa.
Creerse con más derecho a algo (sea a un puesto de trabajo "con padrino" o sea simplemente a insultar impunemente a los opositores) por el simple hecho de haber elegido al binomio ganador es una señal de una cultura antidemocrática muy fuerte. Por eso el pueblo, como colectivo representado por el colectivo de asambleístas electos, debe ser el que salve al pueblo, en la forma de un gobierno que parta desde un consenso en el legislativo y se deba a este. Ese tipo de gobierno se llama parlamentarismo.
El parlamentarismo suele tener dos cámaras para que no exista la posibilidad de partidocracias. La primera cámara sería algo como la Asamblea actual, y para la segunda cámara, Ecuador ya tiene una institución llamada CPCCS que deberá seguir existiendo, y la mejor manera en que pueda seguir existiendo y servir es, en mi opinión no experta, como una cámara baja de la asamblea o parlamento.
Estas son ideas de alguien que no pretende saber más que los expertos en política, pero que por cosas del destino ha vivido en países parlamentarios, además de en el Ecuador, que entiende los sistemas dinámicos de colaboración y oposición que la sociedad ordenada impone, y que busca un sistema político que pueda coartar la corrupción que surja del poder monolítico del presidencialismo corrupto que ha vivido, y vive el Ecuador.
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