Confiar y desconfiar - Las armas y la confianza
La razón primaria por qué escribo esto es para aclararme ciertas ideas referentes a ciertos tabús que adopté desde muy niño.
Uno es referente a las armas, la violencia justificada o injustificada, la autodefensa.
El otro es referente a los enemigos.
Creo, que acabo de entender que las armas son justificadas por la desconfianza que puede existir, por la protección que necesita toda persona en un ambiente hostil.
Desde el advenimiento del cristianismo, supondría el cristiano adoctrinado y con-vencido, que han habido menos guerras, que el camino de las armas es malo y a dejado de ser necesario. Pero en verdad es lo contrario.
Pero este adoctrinamiento por medio de la tradición, este sacrificio por la memoria de alguien no es valioso si no viene del corazón que no ame a su amigo primero, y lo defienda. Amar a su enemigo, o siquiera intentar confiar en él, es algo que involucra tratados y convenios.
La defensa y la protección es necesaria para sentir confianza. Si en un país, que sea el tuyo o alguno extranjero, no se te ofrecen seguridades o protecciones mínimas no podrás confiar en nadie.
Donde yo vivo, en Ecuador, existe una especie de confianza casi condicionada diría yo. La confianza es quitarse todo signo de valor para que en la calle nadie te haga nada, no te roben, no te rapten, no te vigilen. Todos aparecen igual de pobres en las calles, todos hablan igual de sucio en la calle (aunque tu educación te haya enseñado lo contrario) porque parecer más que otros es ganarse enemigos, donde todos, se supone, deben ser iguales, igual de pecadores...
Todo parece muy cristiano, reconocer que eres pecador. Pero en el fondo no hay valor, porque en el fondo nadie hace nada por el otro, porque en el fondo NADIE CONFÍA. Y para confiar se necesita VALOR. Y para tener valor hay que saber defender lo que es valioso.
Uno es referente a las armas, la violencia justificada o injustificada, la autodefensa.
El otro es referente a los enemigos.
Creo, que acabo de entender que las armas son justificadas por la desconfianza que puede existir, por la protección que necesita toda persona en un ambiente hostil.
Desde el advenimiento del cristianismo, supondría el cristiano adoctrinado y con-vencido, que han habido menos guerras, que el camino de las armas es malo y a dejado de ser necesario. Pero en verdad es lo contrario.
Pero este adoctrinamiento por medio de la tradición, este sacrificio por la memoria de alguien no es valioso si no viene del corazón que no ame a su amigo primero, y lo defienda. Amar a su enemigo, o siquiera intentar confiar en él, es algo que involucra tratados y convenios.
La defensa y la protección es necesaria para sentir confianza. Si en un país, que sea el tuyo o alguno extranjero, no se te ofrecen seguridades o protecciones mínimas no podrás confiar en nadie.
Donde yo vivo, en Ecuador, existe una especie de confianza casi condicionada diría yo. La confianza es quitarse todo signo de valor para que en la calle nadie te haga nada, no te roben, no te rapten, no te vigilen. Todos aparecen igual de pobres en las calles, todos hablan igual de sucio en la calle (aunque tu educación te haya enseñado lo contrario) porque parecer más que otros es ganarse enemigos, donde todos, se supone, deben ser iguales, igual de pecadores...
Todo parece muy cristiano, reconocer que eres pecador. Pero en el fondo no hay valor, porque en el fondo nadie hace nada por el otro, porque en el fondo NADIE CONFÍA. Y para confiar se necesita VALOR. Y para tener valor hay que saber defender lo que es valioso.
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