Gracias a Jean Valjean...

En el colegio leí Los Miserables. En francés. Fue una penuria sin igual. Aunque el francés y el español estén emparentados, leer un libro de este calibre es comerse medio diccionario de francés. El libro es una novela retorcida de penurias. NO HAY OTRA PALABRA. Y no hay casi ningún episodio de alegría en la novela.

Gracias a este libro empecé a dudar de mi forma de creer en Dios. Y sí, el mítico sacerdote me hizo pensar que los demás curas eran todos absurdos remedos. Que mi fe era un chiste al lado del cura, de Valjean. Pero no es así. Myriel es una exageración. Una invención de la mente de Victor Hugo, que no toca en lo más mínimo el corazón de alguien quien no necesita de conversión. Y Valjean, bueno ...

La mente de Jean Valjean es difícil de comprender para cualquiera de hoy en día. La mente de un prisionero a vida en el siglo XIX, debe ser algo feo. Con asesinato en cada rincón de la mente, él mismo estaba muerto. Jean Valjean no se convierte, él muere. Monsieur Madeleine es otra persona.

El toque triste de la novela es que Madeleine nunca tiene descanso, a pesar de haber sido bueno, siempre vive huyendo. De lado en lado está con el perro de Javert detrás de él.

Constantemente Madeleine es llamado a revisar su pasado, algo regresa que lo vuelve a atar. Como el caso del prisionero que va a ser enjuiciado por él. Madeleine tiene que regresar y confesar que él es el verdadero Valjean, a pesar de ser conocido como un alcalde respetable.

Javert también es un personaje difícil. Es un cazador. Un asesino pero educado. Sin emociones ni deseos más que la ley. (Para colmo, existe la evidencia que Victor Hugo se basó en la misma persona para crear a Jean Valjean y a Javert. Fueron la misma persona en realidad, la cual Victor Hugo hizo dos personajes.)

Bueno, con esto basta por ahora. A lo mejor me animo a escribir sobre los otros personajes del libro otro día. Cosette, Marius, Eponine. Bueno, ¡hasta pronto!

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